¿Qué tan xenofóbicos somos?

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Es curioso ver cómo surge un fenómeno de comunicación masiva. Uno muy reciente comenzó en México el 15 de febrero pasado, al parecer desencadenado por el inocente comentario de una twittera estadounidense. La autora, fundadora por cierto de una empresa de contenidos B2B, invitaba a sus amigos a disfrutar de México, un “lugar mágico”, mientras trabajaban a distancia. Por alguna razón que sólo Twitter conoce, el comentario provocó un torrente de airadas respuestas, lanzadas por mexicanos indignados porque la presencia de los llamados “nómadas tecnológicos” en colonias como la Roma o la Condesa, en la CDMX, les desplazaba económicamente, al provocar un alza en los precios de las rentas. Por lo menos así iba la narrativa.

El tema resultó tan jugoso que saltó a los medios casi de inmediato. Ya para el 16 de febrero, el diario 24-Horas había escrito al respecto; el día 17, Central le dedicó una nota, lo mismo que El Universal; para el día 18 había llegado tan “lejos” como a El Diario de Yucatán, y sitios como Notigram o Bullfrag. El día 21 estaba en Youtube, el 4 de marzo en El País, y podría decirse que nunca más se bajó de los medios. Destaca en esta cobertura una nota de Milenio, con más datos reales sobre migración, lo mismo que una de El Financiero/Bloomberg en septiembre.

Los datos de este último ponen el tema mucho más en la tierra: es cierto que 19.13 millones de estadounidenses cruzaron la frontera hacia México en 2020, 34% más que en 2019, pero la mayor parte salió después de visitas que van desde un día hasta una semana. Por el contrario, la emisión de tarjetas de estancia permanente emitidas en 2021 fueron… 11,167. Las tarjetas de estadía temporal fueron 13,939. Ni siquiera la mayoría de los solicitantes fueron de Estados Unidos. Según datos del Censo de 2020, prosigue El Financiero, apenas 104,000 extranjeros se reportaban viviendo en la CDMX. Es cierto que debe existir una cifra negra de indocumentados, pero el caso no es tan frecuente entre personas interesadas en trabajar, mantener el contacto con sus países de origen o prevenir una deportación, y menos entre quienes se quedan en la capital del país.

La sobrerreacción al tema es suficiente para cuestionarnos. ¿Cómo andamos de xenofobia y racismo? La primera respuesta que darías a esta pregunta puede ser un indignado “¡jamás!”. Sin embargo, de cuando en cuando una frase aprendida en el seno familiar, una realidad demográfica, un “tren” en las redes sociales o un libro incómodo —como Orgullo Prieto, de Tenoch Huerta—, nos recuerda que hay suficientes datos para sospechar que vivimos en un sistema en donde grupos de personas han quedado abandonadas en materia de desarrollo humano y son simplemente invisibilizados hasta que sucede algo como el levantamiento en Chiapas en 1994.

O bien, que componemos un país que se declara con los brazos abiertos al extranjero, hasta que le incomoda. El caso de los estadounidenses y la Roma-Condesa es sólo un ejemplo. Qué tal la reacción contra los argentinos durante el Mundial en las redes sociales, esa actitud que de cuando en cuando surge acerca de los españoles, o el rechazo a los migrantes centroamericanos. Tampoco se puede dejar de lado el antisemitismo, ni aún ahora.

El pasado mexicano tiene un buen número de casos de xenofobia, que llegó a extremos tan violentos como la matanza de chinos en Torreón en 1911, o en Chihuahua en 1916. No hay que olvidar que en el México de principios del siglo XX existió la Sociedad Eugenésica Mexicana, que seguía las posiciones pseudocientíficas acerca de la superioridad de razas, y que la Revolución Mexicana trajo el culto al mestizaje como la fórmula de unidad, dejando a los indígenas como un grupo incapaz de integrarse al progreso nacional. Bajo estos mismos argumentos, se imputa a los gobiernos mexicanos durante la Segunda Guerra Mundial el haberse rehusado a recibir a los judíos que huían de la barbarie.

Pablo Yankelevich recopila en inmigración y racismo. Contribuciones a la historia de los extranjeros en México (2015) momentos clave en la adopción y rechazo del extranjero a la realidad mexicana. Mónica G. Moreno hace una recuento de los artículos escritos sobre Racismo en los últimos 70 años, muy pocos por cierto. Alicia Castellanos expone en Antropología y Racismo en México cómo una ciencia tan respetable se vio manchada en diversas ocasiones por la eugenesia, la frenología y el culto a la raza de bronce.

El racismo puede no estar en la superficie pero, al igual que en otras ciudades, está. Hay que conocer las corrientes subterráneas que mueven nuestro carácter como mexicanos, mismas que, de cuando en cuando, brotan en forma de fenómenos de comunicación que nos muestran una cara oscura, en donde no es tan fácil reconocernos.

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